El testigo (The Star Witness, William Wellman, 1931)

De las veintipico películas que Wellman dirigió para la Warner entre 1931 y 1933 esta está entre las menos memorables, aunque las hay peores. Aunque no es mala, ni siquiera mediocre, tiene un aspecto algo pobretón y la breve duración típica de las programer, rellenos para las primeras sesiones dobles que se empezaron a extender en estos años de crisis económica para estimular la afluencia de público a las salas. Desde nuestra perspectiva es difícil asimilar que el mismo tipo que unos meses antes había rodado El enemigo público dirija de forma bastante anodina una historia con tan poco recorrido. También es cierto que, con la perspectiva del que recorre toda la filmografía de Wellman y estudia un poco su trabajo de aquellos años, no extraña nada que haya productos de todo pelaje, pues teniendo toda la obra en perspectiva, y no solo las grandes pelis que hoy se recuerdan, se comprende que ese sistema de producción, basado en el estreno de títulos en cantidades masivas, diera lugar a filmografías -no solo la de Wellman- tan irregulares.

La historia de El testigo, por cierto, también  tiene que ver con gangsters, pero en este caso estamos en el lado legal del asunto -a lo mejor por eso aburre más- compartiendo el drama de una familia que presencia el asesinato de un policía y un confidente a manos de un jefazo de la mafia, Maxie Campo. Cuando el fiscal del distrito (Walter Huston) se dispone a llevar a la silla al tal Campo sus secuaces primero dan una paliza al padre de familia y después secuestran a uno de los hijos pequeños, con el imaginable drama que esto supone, y será su resolución el meollo del film.

Aunque haya gangsters de por medio, poco se parece esta película a los clásicos del género más allá de un par de balaceras que salpican el metraje. De hecho realmente la película gira en torno al pretendido carisma de los hijos pequeños de la familia, bordeando el género peli de niño, tan en boga entonces, y sobre todo la gracia que tiene que hacernos el abuelo borrachín, un excombatiente de la guerra civil norteamericana (madre mía, qué viejo es el cine) que va por ahí tocando Dixie con su flauta y que parece ser el único que, bajo la presión que supone el secuestro del nieto, mantiene alzada la bandera del patriotismo bien entendido. Este personaje lo interpreta Charles ‘Chic’ Sale, un comediante teatral especializado en interpretar viejos con gracejo, y es quien termina haciéndose con la película. 

Y es que a El testigo le pasa eso tan curioso que tienen algunas de estas películas-salchicha hechas deprisa y en serie, y es que quedan evidenciadas en el producto final las variaciones y enmiendas que se le han hecho sobre la marcha. Así, Wellman dedica mucho tiempo a presentar al principio a cada uno de los miembros de la familia protagonista, que son bastantes: el padre, la madre, el abuelo, los dos niños, un hijo veinteañero sin oficio ni beneficio y otra hija joven empleada y ennoviada. De hecho extraña tanta conversación de cocina y comedor sabiendo como sabemos que antes o después irrumpirá el crimen en escena. Sin embargo, una vez que se desencandenan los acontecimientos, el abuelo termina ganando más y más protagonismo, opacando incluso a la supuesta estrella, Walter Huston, cuyo papel, interpretado por cierto con corrección pero poco entusiasmo, termina siendo muy secundario. Tampoco Wellman se ha esmerado mucho en la dirección, y apenas hay ni siquiera esos momentos “especiales” de lucimiento a base de peculiares movimientos o ángulos de cámara tan propios de estos años. Es una película correcta pero también bastante anodina. Sin embargo me sorprendió leer en el libro del hijo de Wellman que fue uno de los mayores éxitos en taquilla de la Warner en aquella temporada. Nunca se sabe.

Otro aspecto sorprendente del film es lo tremendamente abrupto que es su final. Uno tiene la sensación de que se han recortado por lo menos dos o tres minutos de epílogos y moralejas y a lo mejor lo que ocurre también es que, como decía antes, el montaje que vemos se corresponde directamente con el proceso de producción. Y es que mientras se rodaba resulta que en Chicago unos mafiosos mataron a un niño de cinco años e hirieron a otros que jugaban en la calle en un tiroteo entre bandas. La noticia tuvo repercusión nacional y los sensibles ejecutivos de la Warner, viendo que el incidente tenía relación con el argumento de The Star Witness, decidieron adelantar el estreno para aprovechar el tirón de la luctuosa noticia donando, eso sí, la recaudación del evento en un par de cines a los padres de las víctimas.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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4 comentarios sobre “El testigo (The Star Witness, William Wellman, 1931)

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  1. Hola tocayo
    Si el «abuelo borrachín» además tiene una pronunciada cojera confieso que -su personaje- fue mi primer ídolo infantil. Aún recuerdo colocar las manos en la, imaginaría, flauta travesera, poner una pierna tiesa y…. tirurí, tiruríiiii. (Una bandada de mocosos haciendo más entretenida la aburrida vida de los adultos).
    Según comentabas he pensado la cantidad de «Testigos» que nos ha dado el cine (beso para Kelly McGillis, siempreenmicorazón) y no recuerdo ninguna con el reporteríl nombre de esta «Testigo Estrella».
    Un saludo, Manuel.

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    1. Hombre tocayo, yo para testigas con todo el respeto a la McGillis (no sea que se aparezca tocando la flauta y me dé un sopapo) me quedo con la Testigo de cargo, la gran Dietrich, que además testifica de nuevo, y con qué clase, en Vencedores y vencidos.
      Un saludo testificando, ya me entiendes.

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  2. ¡Tu labor de recuperación de la obra completa de Wellman es increíble! Cómo te he dicho en otras ocasiones en una filmografía tan extensa estás separando la paja de lo bueno. Porque ya lo hemos hablado, y se está viendo en tu estudio, Wellman tiene en su haber películas de quitarse el sombrero. Y otras como la que hoy reseñas de pura rutina y para salir adelante en el sistema de estudios.
    Pero incluso en estas películas siempre se encuentra algo determinante o especial y en este caso, en este largo que no he visto, se salva un personaje: el abuelo.
    Me ha venido a la cabeza otro abuelo entrañable wellmaniano en una de esas pelis que ya reseñaste y pude ver gracias a ti: El niño y el perro. Qué hermosura de historia.

    Beso
    Hildy

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    1. Hola Hildy queridísima, perdona el retraso en contestar, pero he estado algo ausente.
      El abuelo de El niño y el perro era un personaje inolvidable, al cargo claro de un maestro como Walter Brenan. Este abuelo es un poco insoportable visto hoy, aunque comprendo que al público de la época le hiciera gracia. Que por cierto era un señor joven de treintaipico años.
      La tarea de reseñar a Wellman es ardua porque, sí, hay mucha medianía, y además ya casi todo lo que queda por reseñar es de este pelaje… Pero seguimos con el compromiso. Alguna sorpresa queda.
      Un abrazo muy fuerte

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