Magic Town (Ciudad mágica, William Wellman, 1947)

Si no fuera por el afán divulgador que anima estas reseñas de la filmografía completa de Wellman, bien podríamos despachar Ciudad mágica con la opinión del mismo director sobre ella: It stinks. Frank should have made it. Frank es Frank Capra, y Wellman tiene casi toda la razón porque, aunque el filme no apesta sí que tiene un olor extraño a película de Capra mal resuelta, y hay razones para que así sea, que luego veremos.

James Stewart y Jane Wyman protagonizan esta historia cuyo quizá único mérito reside en su curioso planteamiento que permite incluso cierta revisión desde la actualidad: un brillante estadístico tiene la hipótesis de que si da con un pueblo pequeño que represente en sus opiniones al común de EEUU podrá ser usado como imagen de toda la nación a la hora de hacer sondeos y encuestas de opinión, con el consiguiente ahorro de no tener que andar viajando o llamando a miles de ciudadanos por todo el país. Por casualidad descubre que Grandview, un típico pueblo americano, cumple con su expectativa, y para allá que se desplaza con dos simpáticos ayudantes a probar el asunto. Por cierto que uno de ellos es Donald Meek, que interpretara al inolvidable empleado aficionado a hacer juguetes de Vive como quieras, y que lamentablemente falleció durante el rodaje. Como es fundamental que la gente del pueblo no sepa de su condición de bálsamo de fierabrás estadístico simulan ser una agencia de seguros y sondean subrepticiamente la opinión de los habitantes de la ciudad. En esto están cuando Rip (Stewart) se da cuenta de que debe influir en los políticos locales para evitar que salgan adelante las importantes reformas en el pueblo que promueve Mary Peterman (Wyman), que provocarían que éste y sus habitantes cambiaran, y con ellos seguramente su mágica virtud representativa. Pero claro, en esto que se enamoran uno de otro y se descubre el pastel y… Bueno, ya pueden imaginar.

Pueden imaginar porque el desarrollo de la historia es el mismo de los grandes clásicos de Frank Capra, como insinuaba arriba. Y es que esta película realmente es hija de Robert Riskin, quien fuera el guionista de la misma Vive como quieras o Sucedió una noche, obras mayores de Capra. Según el mismo director, Riskin le presentó esta historia a él (por cierto vecino y buen amigo de Wellman) pero declinó la opción de dirigirla. Cuenta Capra que le animó a que fuera él, Riskin, quienla realizara. Sin embargo la cosa se torció: la poca pericia de Riskin en la dirección unida a retrasos debidos a unas huelgas que había en la RKO en aquel tiempo hacían presagiar un desastre, así que se llamó a Wellman para que terminara aquello como fuera. La versión de Wellman, por el contrario, es que él dirigió la película entera sin haberlo deseado y siendo muy consciente de lo flojo de la historia y de sus limitaciones para este formato que, la verdad, solo Capra supo manejar con brillantez.

El caso es que Wellman siempre la ha listado entre sus peores y más olvidables películas. Me inclino a pensar que hay en ello un cierto resentimiento, o envidia mal digerida o no sabría muy bien expresar el qué hacia o por Capra. Como decía fueron muy amigos, y según Wild Bill el director de Arsénico por compasión le conminaba una y otra vez a profundizar más en los proyectos, como hacía él: Frank se pasaba un año entero preparando una película. Yo en ese tiempo podía hacer seis. Para mí es insufrible trabajar más de tres meses en la misma historia. Wellman, en definitiva, lamentó tener que hacer Magic Town sea por un motivo u otro, y no sé si es causa o consecuencia de ello el que resultara una película que, no siendo mala, es sosa y está como desalmada.

Porque precisamente todos sus tópicos… ¿se dice “caprianos”?… juegan en su contra. La hacen, por ejemplo excesivamente previsible. En cuanto a las interpretaciones, dentro de lo más que correcto James Stewart está dejado completamente a su bola. No actúa mal porque que eso ocurriera sería algo así como un San Isidro haciendo el ramadán, pero salta a la vista que no se le ha dirigido y se dedica a repetir sus típicos gestos, miradas, sonrisillas y despistes tan característicamente suyos como, por acumulación, cercanos a lo cansino por una vez en la vida. Jane Wyman no es que actúe mal, es que está ahí como por estar y, en fin, muy soso todo. Teniendo en cuenta la proverbial capacidad de Wellman para crear películas ágiles y dinamizar cada unidad narrativa, en este caso hay una pesadez y una falta de autenticidad que parece pesar a todo lo que vemos y lo que ocurre. 

Si pocas ganas puso Wellman en ella, o si se encontró casi todo rodado ya sin chispa por Riskin y su nobleza profesional le hace asumir los créditos y apechugar, cosa que ya no sabremos, en todo caso es Riskin el mayor culpable de la sosez que tiene la trama. Y es que no hay malo malísimo, la historia de amor está contada a trompicones y química no hay ninguna entre ellos, aparte de que el romance progresa mediante elipsis extrañas y mal definidas que despistan. Incluso hay alguna escena con una continuidad visual muy extraña, quizá una pista de que efectivamente no era Wellman el que la había diseñado. Aparte de todo esto, el sesgo ideológico estaba ya bastante trillado: la cándida cooperatividad de las gentes de pueblo en su arcadia americana que vienen a ser corrompidos por las novedades de la vida moderna. Ese “izquierdismo patriótico” tan peculiar de Capra requiere para ser digerido la untuosa capa de emoción y buen rollo que el italoamericano sabía imprimir a sus personajes e ideas de puesta en escena. Sin ella todo deviene en una bonhomía lacia y ramplona que nadie se cree.

Acaso lo más interesante de Magic Town sea comparar su trama con nuestro mundo de hoy. A la vez que los habitantes de Greatview descubren que son el reflejo de todo el país y viceversa, EEUU se entera de que tiene un miniyo y todos los medios de comunicación acuden al lugar. Entonces surgen los especuladores, los aprovechados, la gente pierde la perspectiva, dejan de ser lo que eran y, en cuanto pasa la novedad, los medios se marchan y el pueblo queda arrasado por su propia ambición necia y ciega. Extraña paradoja que aún podemos aplicarnos: cuando no sabían quiénes eran ni de su virtud especial eran felices, solidarios, vivían tranquilos y no aspiraban más que a seguir siendo lo que eran, nada especial. Cuando saben que son algo especial dejan de ser quienes eran. El saberlo los destruye precisamente porque todo el mundo empieza a saber y entonces lo que se sabe ya no es nada, conocimiento inútil que se volatiliza en su propia proclamación. 

Hoy en día vivimos de una forma parecida a esa parte de la película en la que el pueblo vive el cuento de la lechera. Enfangados en discursos, imágenes, pseudo reflexiones y demás morralla verbal y floripondios audiovisuales, nos parece que el presente está explicado, que es fácil saber lo que nos ocurre, vislumbrar el futuro de nuestra sociedad, detectar el origen de los problemas. Y como lo sabemos, como ya parece estar explicado, alegremente dejamos de hacer lo que, ahora lo sabemos, parece inútil, o antiguo, o innecesario o inconveniente. Vivimos como sabemos que debemos vivir. No es que lo hayamos elegido, sino que otros lo han averiguado por nosotros y, encantados de hacer negocio con ello, nos lo han contado. Se ha terminado la magia de lo desconocido. Se acabó vivir a tientas, vivir por vivir. 

Seguro que en un último clímax nos uniremos todos, una vez más, para reparar los golpes de realidad aportando cada uno unas monedas cantando Auld Lang Syne, y agradeciendo a la vida su belleza y a las casas de empréstitos su proverbial generosidad.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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5 comentarios sobre “Magic Town (Ciudad mágica, William Wellman, 1947)

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  1. Hola tocayo
    Supongo que en la «rapidez está la penitencia». Seguro que el bueno de Jimmy y la «sosa» Wyman también sobreactuaban o diluían sus papeles con Capra, pero este tenía tiempo y criterio para corregir. Una cosa es un buen trozo de buey y otra seis hamburguesas. Sin menospreciar a nadie que todo el mundo tiene derecho a vivir en su «Magic Town».
    Pocierto yo sé de un tocayo tuyo que vivió un Magic Town. Hace mucho, mucho, mucho tiempo en un lugar del que no puedo olvidarme, una actriz cuyo nombre era Lina y apellidaba como los malos de las películas malas del oeste decidió rodar una serie en una pequeña ciudad. Ni que decir tiene que, uno más otros menos, todo el mundo sacó algo durante el rodaje. Luego, cuando se vieron retratados en los capítulos, la comedía tomó unos tintes demasiado amargos. Suerte que todavía faltaban unos añitos para las redes sociales.
    Hoy me pillas tú a mí con ese Auld Lang Syne; ya que todos tenemos nuestra cruz: Always look on the bright side of life… Monty Python singin’
    Un saludo, Manuel.

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    1. Ay tocayo en aquellos tiempos Doña Lina Cocheinglésdetresruedas era poco menos que una diosa del lado brillante de la vida. Recuerdo en mi tierna infancia que cuando iban a poner en la tele sus obras de teatro le daban bombo durante semanas -igual que cuando reponían cada par de años Lo que el viento se llevó- y era tanto el bombo y era yo tan bobo que lo esperaba con un ansia extraña, tan extraña como la opinión crítica que me merecía luego aquello, que duraba horas y horas (o eso me parecía a mí) y yo no me enteraba muy bien de qué iba. Me refiero a las representaciones grabadas de Lina. Lo que el Viento se llevó me molaba un montón porque parecía que se acababa…. ¡Y volvía a empezar! Así que me dejaban trasnochar, que es lo que yo quería. La infancia -o su recuerdo- también es una Magic Town.
      Un saludo, tocayo

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  2. Pues como fanático de Capra me ha parecido interesantísimo leer sobre esta película de la que no sabía nada, y que ciertamente por el argumento es puro Capra-Riskin.
    Lo de Robert Riskin es muy curioso. Capra en su autobiografía insufriblemente egocéntrica se atribuye todo el mérito de sus grandes películas. A cambio, en la biografía que hizo Joseph McBride de Capra, el autor, que le cogió manía al director, intenta vender la idea de que la clave del estilo Capra era Riskin. Pero lo cierto es que Capra hizo grandes películas caprianas sin Riskin, y éste en cambio creo que no tiene grandes filmes dirigidos por otros a partir de guiones suyos. Y no obstante estoy convencido de que él fue fundamental para el estilo Capra, porque este último no era guionista…. Es lo que tiene el sistema de estudios, resulta difícil atribuir el principal mérito a una persona sola.

    Un saludo.

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    1. Mi conocimiento del cine y andanzas de Capra es el normalito, poco más allá del de un feliz espectador. Sin embargo es fácil colegir de lo que dices y de lo que cuento en la entrada y se ve en la película que el mérito de su toque es más suyo que de Riskin. No sé hasta qué punto metía él la zarpa en los guiones, pero fuera poco o mucho, seguro que la peor de sus colaboraciones con Riskin mejora el libreto de Magic Town. Supongo que el mérito de este es haber dado con una estructura narrativa muy particular y característica, pero Magic Town es la prueba filmada de que sin la chispa y el toque de vitalidad de Capra esa estructura no se sostiene por sí sola.

      Otro saludo por aquí. Y me apunto en el debe lo de profundizar en Capra. Otro pecado por omisión que penitenciar.

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