The Light That Failed (En tinieblas, William Wellman, 1939)

Es un tópico decir que 1939 viene a ser el mejor año de la historia del cine. O, siendo más precisos, el punto álgido en cantidad de calidad de la industria cinematográfica estadounidense. Solo hay que echar un ojo a los Oscar de 1940 para comprobarlo. Ante semejante ola de peliculones es comprensible que The Light That Failed, si bien tuvo buena acogida de público y magnífica recepción crítica, quedara semienterrada con una mano fuera. Tomemos esa mano. 

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En tinieblas es la tercera adaptación hasta ese momento de una historia homónima de Rudyard Kipling, su primera novela, publicada en 1891. Cuenta la historia de un dibujante  del ejército británico  (Dick Heldar, interpretado por Ronald Colman) que tras la guerra de Sudán y unos años de vida muelle en El Cairo colonial, vuelve a Londres. Allí, con la ayuda de su gran amigo Torpenhow (Walter Houston) se dedica a la pintura y consigue gran éxito no sin vender un poco su alma a los gustos banales del público. En Londres retomará el contacto además con su compañera de acogida de la infancia -ambos son huérfanos que crio una señora gruñona- Maisie (Muriel Angelus) de la que se enamora y a la que fustiga con sus consejos pictóricos, pues ella también pinta. En un momento dado aparece en su vida Bessie Broke (fresca como una lechuga Ida Lupino) una prostituta a la que empieza a retratar para lo que va a ser el cuadro definitivo que le hará pasar a la posteridad, pero entonces le descubren que a causa de una vieja herida de guerra va a perder la vista, por lo que se apresura cuanto puede en terminar su obra…

Wellman comenzó el rodaje de Light that Failed mientras se remataba la postproducción de Beau Geste, que a la postre sería uno de los bombazos de su carrera. Su guionista y mejor colaborador de aquellos años, Robert Carson, le vino con la idea, que le pareció estupenda. De hecho está llena de los ingredientes que a Wellman le gustaban en sus historias: un tipo mitad crápula mitad artista, mujeres resolutivas e independientes, una honda herida espiritual, oportunidad para la acción bélica en exteriores… Y un perrito. La historia de Kipling desde luego es atractiva y muy cinematográfica, y además Wellman tenía la oportunidad concedida por la Paramount de contarla siendo fiel a la novela, y no edulcorando su final como sucedió en las versiones mudas anteriores. ¿Qué podía salir mal?

Aunque el producto final sea una película hermosa, entretenida por supuesto y muy injustamente olvidada por la historia -luego hablaremos de ella- su producción fue bastante accidentada. Para empezar, el casting y el formato. Su idea era repetir con Gary Cooper (qué fácil es soñar…) y rodarla en Technicolor, pero el estudio le impuso a un actor inglés, Ronald Colman, refinado y exquisito, intelectual y perfeccionista, que desde el primer día chocó con la personalidad abrupta e impetuosa de Wellman, que diría más tarde: “Yo no le gustaba a él y él no me gustaba a mí; eso es lo único en lo que estuvimos de acuerdo”. Los problemas surgieron desde el mismo casting, pues Colman quería imponer para el papel de Bessie Brooke, la prostituta que retrata Dick, a  Vivien Leight, amiga suya e inglesa por la gracia de Dios. Debemos tener en cuenta que la futura Escarlata no fue conocida apenas en EEUU hasta el estreno de Lo que el viento se llevó, así que la propuesta no era un imposible. Sin embargo el estudio no podía hacerse con sus servicios precisamente por sus compromisos ligados a la superproducción de Selznick. A Wellman no le hacía todo esto ninguna gracia, por lo que montó en cólera y exigió el control sobre el casting, así que le dio el papel a una casi novata Ida Lupino, que según cuenta la leyenda -Wellman- entró en su despacho con el papel sabido de memoria tras robar el guión y exigiendo una prueba, que fue sublime. Y la verdad es que parte del papel de Lupino es lo mejor de la película. A Colman esto no le gustó nada y estuvo siempre de morros con Wellman, cuyo método de trabajo (“con dos tomas vale, por si una se estropea”) sin ensayos y enfocado a la economía en todos sus sentidos, le irritaba casi tanto como su compañera Ida Lupino, a la que detestaba. De hecho actor y director casi llegan a las manos, cuenta también la leyenda, cuando en una escena llena de tensión y energía Colman simuló olvidar sus líneas para fastidiar las tomas y la concentración de Lupino. Dice Wellman que lo llevó a un despacho, le dijo un par de cositas, y desde entonces solo se hablaron -de usted- para asuntos procedimentales. 

Además, el rodaje en Nuevo México de las escenas de batalla también tuvo sus momentos de emoción, coincidentes con los muchos vendavales que azotaron el lugar, uno de los cuales se llevó volando el vestuario portátil en el que estaban Walter Houston y Dudley Digges con cómico resultado y afortunadamente ninguna lesión para ambos.

Volando voy…

Pero lo más memorable de esta parte del filme es que Wellman apenas tuvo que ver con ella, pues nada más comenzar, frito por sus discusiones con Colman, le dijo a su director de 2ª unidad, Joseph Youngerman, que él se iba a Los Ángeles y que le dejaba al cargo… Y cumplió su palabra, por lo que todas las escenas de exteriores de la película, bastante alabadas en su momento, fueron realizadas por un angustiado Youngerman. En mi opinión están por debajo en su empaque cinematográfico de, por poner un prototipo de este género y este mismo año, Las cuatro plumas de Zoltan Korda, y carecen en general del tono entre onírico y heroico que sabe mantener Beau Geste. Sin embargo, tengo que decir que incluyen el momento quizá más mágico y para mí inolvidable de toda la película, que es su último plano.

El humor de Wellman, desde luego, debía de estar siendo insoportable en aquel tiempo. Como consecuencia de las heridas que sufrió al ser derribado en la IGM periódicamente sufrió crisis agudas de artritis, así como unos dolores de espalda realmente insoportables que su actividad frenética no haría más que empeorar. De hecho, al terminar el rodaje de En tinieblas tuvo que retirarse a casa y dejar de dirigir por casi año y medio. Hablamos de un hombre que en 1933 estrenó siete películas. Estos dolores le provocaron además que, ya retirado, sufriera una adicción fuerte a los opiáceos que le recetaban para paliarlos que le postró durante bastante tiempo.


The Light That Failed es un film imperfecto en su desarrollo narrativo porque parece no seguir un hilo argumental constante. Por ser fiel a Kipling la historia va pasando de un centro de atención a otro y hasta que no aparece el personaje de Ida Lupino parece bascular entre varios temas como el arte, el compañerismo, la vida londinense, el amor recuperado… Sin embargo es tal la gracia y el ritmo que atesora que nadie va a aburrirse, y cuando se desata la trama principal, con el cuadro y la amenaza de ceguera de Dick, el filme entra en una espiral muy intensa de dramatismo que contrasta con el animado sosiego anterior, y su acto final es simplemente sublime. Los actores están todos fantásticos, en especial los desavenidos Colman y Lupino (con alguna pequeña pasada de rosca) y dentro de la sobriedad estilística Wellman se reserva algunos planos de gran belleza plástica y compositiva, como gusta de hacer, por ejemplo cuando los tres amigos y el perro charlan en un sofá. Es una escena intrascendente y aparentemente vacua llena de humanidad y buen rollo simplemente por la composición del plano. La copia que he podido ver es el cochambroso TVRIP de youtube que me temo que con su mala calidad se ha llevado por delante mucha de la magia de sus imágenes, pero en cualquier caso merece la pena conocerla. Quien la ha visto la recuerda. Se queda en el corazón.

Más de Wild Bill en nuestro especial No soy tan duro: el cine de William A. Wellman

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2 respuestas a “The Light That Failed (En tinieblas, William Wellman, 1939)

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  1. Ayyyy, qué ganas de verla.
    ¡Y con Ida Lupino! Me gusta muchísimo esta actriz y directora.
    Me resulta curiosísimo del Wellman creador que parece que trabajase sin parar para paliar y olvidar el dolor… Qué interesante.

    Beso
    Hildy

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  2. ¡Bien que merece a pena verla!
    Sobre lo de los dolores y demás… En los poco que he podido leer sobre su vida es difícil calibrar este asunto, porque no se profundiza en él o no hay manera de tener otra versión que la del mismo Wellman, y sus versiones de todo al parecer son muy fantasiosas; parece claro que sufría dolores constantes y que los iba tratando con lo que tenía a su alcance hasta que, de vez en cuando, crisis más graves que empeoraron con la edad lo postraban. A mi parecer las cosillas que tomaba le debieron condicionar siempre, y sí es seguro que ya retirado tuvo verdaderos problemas con eso. De todas formas también yo estoy en proceso de aprendizaje. Iré contando cosas que vaya sabiendo.
    Un beso querida

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