El caso Winslow (The Winslow Boy, David Mamet, 1999)

Pocos placeres mayores hay para el amante del cinema que encontrarse con una película a la que se ha acudido con intención de pasar el rato y, cuando termina, sentir que hemos dado con una obra maestra, una gema escondida, un espejismo del que realmente mana agua fresca. Justo eso me termina de ocurrir, hace unos minutos, tras terminar El caso Winslow de la que apenas tenía un recuerdo remoto de haber sabido de su estreno, pero que simplemente me he puesto a ver por ser de David Mamet, garantía de inteligencia y tiempo bien invertido. Me pareció interesante ver cómo se enfrentaba a una película de época y a un texto que no es suyo en origen, sino una obra homónima de Terence Rattigan de 1946, si bien la ha retocado bastante.  Como en otras ocasiones, a poco que investigo me tropiezo con mi ignorancia del arte teatral; desconocía que es una obra representada en muchas ocasiones (incluso tiene su Estudio 1) y que hay un precedente cinematográfico, del siempre interesante Anthony Asquith, titulado aquí Pleito de honor, de 1948, que aún no he visto, pero prometo solventarlo en breve. 

The Winslow Boy se basa en una historia real de la que algo diré luego. Sucedió en 1910 (esto la película de Mamet lo respeta, la obra teatral se traslada a principios de la IIGM) cuando el hijo pequeño de una familia acomodada es expulsado de una academia militar por, supuestamente, quedarse con los 5 chelines del giro postal de un compañero. Su padre, que confía en la honradez del chico, lucha por todos los medios a su alcance, legales y mediáticos, para que se haga justicia. Catherine, la hija mayor feminista, sufragista y fumadora, colaborará, como el resto de la familia, en la causa por su hermano, que terminará siendo defendido por nada menos que Sir Robert Morton, miembro de la Cámara de los Comunes, en el parlamento y en los tribunales.

Ante este resumen uno se dice: venga, una de época con diálogos inteligentes made in Mamet más juicio intrigante en el tercer acto… Tengo resuelta la sobremesa. Y sin embargo, aunque casi todo eso está en esta película, casi nada de ello aparece, y esa sobremesa me ha sabido a gloria, mucho mejor de lo esperado, porque ha sido una lección de cine y de narrativa como muy de vez en cuando he recibido. Y es que Mamet se ha dicho: voy a mostrarlo todo, y más, sin que se vea nada, o menos que nada. No vemos los hechos en la academia de cadetes y por lo tanto nunca sabremos si realmente el chico lo hizo o no, al margen de la resolución judicial que me guardo. De hecho el presunto delito de Ronnie lo conocemos cuando la película ya lleva en marcha 15 o 20 minutos y estamos pensando en que esto trata de pedidas de mano de época eduardiana. Hablando de pedidas de mano (un militar se va a casar con la progresista Catherine) no veremos ni una escena amorosa entre los enamorados, ni el final de esa relación cuando termine. 

Los hechos y los meses se van sucediendo y de todo somos testigos pero todo nos es hurtado. Sabemos que hay campaña a favor de Ronnie cuando vemos afiches en las paredes, pero no sabemos cómo se ha preparado ni qué fuerza tiene por boca de nadie. La familia ha tenido que empobrecerse, vender hasta los muebles de la casa, pero no hay escenas dedicadas a ello, más que una en que el matrimonio valora si echar a la criada que apenas pueden pagar. Pero no son capaces de despedirla… Quizá, me digo con ironía, para no tener que mostrarlo. Un tipo pide matrimonio a Catherine pero no dice eso, sino que la ama y le mandará una carta para pedirle la mano (no la leeremos) y Catherine le contesta que en unos días le responderá, pero tampoco asistiremos a esa respuesta.  De las sesiones del parlamento solo oiremos, al margen de una breve intervención de Sir Robert Morton, algunas peroratas retóricas de un representante del pueblo que, curioso, interpreta un ya anciano Neil North, que hizo del niño Winslow en la versión de Asquith de 1948.

Del juicio no sabremos nada más que lo que vayan contando quienes vienen de asistir a él cuando vuelven a casa. De hecho, incluso nos es hurtada la resolución misma del caso, pues irónicamente se adelanta a la fecha prevista y es la criada la que lo presencia en el tribunal y, cuando vuelve y lo cuenta, no dice nada de culpable o no culpable, sino que narra las reacciones de todos los presentes, pero el veredicto en sí ni se menciona ni se muestra siquiera en los periódicos que abren con la noticia pero que trae doblados de forma que nada podemos leer.

El caso Winslow es un monumento, o mejor, una catedral anglicana consagrada a la elipsis y la elisión. Porque lo que no se ve importa mucho, pero lo que nos emociona realmente es lo que no se dice, lo que cada protagonista calla al usar la gélida flema británica en sus conversaciones, que dan rodeos sobre lo importante pero son tan certeras, tan precisas, están tan bien escritas, que nos llevan por una vía paralela a la emoción que finalmente podemos sentir cuando el caso criminal se resuelve y cuando el otro caso que no hemos mencionado, que es cierta tensión amorosa entre la sufragista y el Sir conservador, queda pendiente de resolución tras un diálogo absolutamente brillante que sirve de cierre a uno de los finales me apunto ahora mismo como de entre los mejores de mi Historia del cine. 

Solo desde el manejo preciso y absoluto de lo ausente (lo no visto) y lo presente (lo inmejorablemente escrito e interpretado) puede conducir esta historia en el fondo banal y menor, realmente una chiquillada convertida en farsa política, a preguntarnos por ejemplo si sería mejor o peor un mundo en el que se hablara el idioma de David Mamet, de Lubistch, de Ozu, de Azcona: esa lengua en la que todo lo que se dice cuenta, pero las historias en que se insertan, y sus moralejas, las tienes que crear y contártelas a ti mismo.

Merecen un párrafo de reconocimiento todos y cada uno de los intérpretes de la película. Están grandiosos todos ellos, pero me gustaría destacar por una parte a Rebecca Pidgeon, que interpreta a Catherine. Es una pena que no se haya prodigado más. Y mención especial para Nigel Hawthorn, que es el padre de familia. Qué portento de sutileza, qué registro concentrado, qué pedazo de actor. Me sorprendió observar lo mucho que parece envejecer a lo largo de la trama, aunque se supone que transcurren apenas unos seis meses. He visto que sufrió cáncer de páncreas y que falleció en 2001. Quizá el rodaje coincidió con el hachazo mayor de la enfermedad, y por eso el repentino declive. 

Y es que todos moriremos, si no nos hemos muerto ya. El Ronnie Winslow real se llamaba George Archer Shee, y efectivamente se montó un pollo periodístico que entretuvo a Inglaterra en 1910 alrededor del supuesto robo de esos 5 chelines. En la obra teatral, además de los nombres y la época, se añadieron y suprimieron personajes. Por ejemplo, la hermana no pintaba nada en el mundo real y fue su hermano, que apenas interesa en la ficción, quien realmente llevó adelante su causa en el parlamento. Como quiera que sea, el pobre chico moriría, solo 4 años después, a los 19 años de edad en la primera batalla de Ypres, apenas comenzada la Primera Guerra Mundial. 

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4 respuestas a “El caso Winslow (The Winslow Boy, David Mamet, 1999)

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  1. Hola tocayo
    Mamet ¡Qué prometedor inicio! para irse diluyendo, un poco por cuenta propia, un poco por desesperación. Pero cuando está en racha es inigualable; eso es así.
    Hoy suena a ciencia-ficción que cinco chelines puedan suponer un «match point», después de todo lo que hemos sabido de las grandes familias nobles y las academias militares (eton rifles, eton rifles…)
    Yo tampoco soy muy de teatro pero casi todas las cualidades que apuntas de la peli son «el pan nuestro de cada día» de la escena; elipsis, hechos narrados por terceros… la gracia está en como contarlo. Y ahí puntúa Mamet muy alto.
    Un bebe en seis meses parece otro y, llegados a cierto punto sin retorno, seis meses de un adulto son el equivalente a tres años de perro ¡o un día de insecto! Un saludo que voy a ver si acabo con el «mardito volaor». Manuel.

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    1. Mamet me gusta mucho aunque no puedo perdonarle -volví a intentarlo hace unas semanas, pero imposible- que estropeara una buena historia y un planteamiento prometedor con el protagónico de su novia de entonces. Me refiero a Casa de juegos (1987) que empuerca la peor actuación de la historia del cine A, la de Lindsay Crouse, que no era ni fotogénica, a pesar de bella.

      Por eso me gustó ver que la protagonista de esta, Rebecca Pidgeon, es o fue también su pareja, pero amerita a tope. Por cierto que vi que también canta, no sé si te suena.

      Un abrazo de seis meses… ¿Eso lo aguanta la condición humana?

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  2. A las buenas, Manuel.
    Creía que no la había visto pero sí. ¡Ays!
    Me pareció una buena película, pero particularmente me inclino por la original «Pleito de honor», película de 1948 dirigida por Anthony Asquith. Ignoro si la has visto, de no ser así, te la recomiendo.
    Un abrazo y buen ciclo finde.

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  3. Hola Nuncaelolvido!

    Como digo arriba no sabía de la antigua, pero me la he agenciado y cualquier día de estos me la veo. La verdad es que esta me gustó mucho. De hecho es de esas pelis que luego te preguntas si no te habrá gustado «demasiado»… Así que no será fácil que la mejore, pero veremos!

    Un abrazo, el ciclofinde ha sido bueno, ayer me pillé un pajarón/insolación como hacía mucho, jeje.

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