A salvo en el infierno (Safe in hell, William A. Wellman, 1931)

Una chica de Nueva Orleans, Gilda, que interpreta con acierto Dorothy Mackaill -antigua starlet del mudo que no lograría sobrevivir a la riada del sonoro, aunque se agarrara a salvavidas como esta película- se prostituye para sobrevivir mientras su novio hace la guerra en la marina. Llevada por un arrebato de odio hacia un cliente al que detesta le mata y quema el hotel donde se encuentran. Milagrosamente aparece a su vuelta a casa su novio marinero, que se la lleva a escondidas a una isla cercana, intuimos que caribeña, en la que no hay tratado de extradición y por lo tanto su delito no puede ser perseguido. Ella quedará entonces alojada en una suerte de posada en la que el tiempo pesa como el plomo. Sin nada que hacer, tendrá que esforzarse en serle fiel al prometido que vuelve a embarcarse y enfrentarse a unos cuantos personajes pegajosos y atrabiliarios que han ido a caer en aquél antro tropical. Son hombres perseguidos por la ley como ella, rufianes, babosos y, en fin, uno por uno intentarán seducirla, y hasta aquí quiero leer.

A salvo en el infierno es una de las cinco películas acreditadas por mi muy admirado William A. Wellman en 1931. De hecho ya hablé en otro momento de su absoluta obra maestra de esa misma temporada: El enemigo público. En este caso no estamos ante una película mayor, pero sí que es valiosa, estimable y entretenida. Además dura esos mágicos setenta minutos que a mí tanto me gustan, y sirve de reflejo no sé si deformado o deformante de la moral de una época extraña y transitoria: los tardíos locos 20 que se adentran en los 30. 

Es una película pre-code, es decir, anterior a la asunción del malhadado código Hays por parte de la industria del cine en 1934. En esta breve época anterior a la autocensura las películas estadounidenses llevaban por lo general una carga de ideas bastante fuerte, sea en el sentido que sea. Las historias suelen exigir al espectador un juicio moral constante. Esto se aprecia muy bien en el cine de gánsters, pero incluso en las comedias más banales el recorrido práxico (perdón por el tecnicismo) de los personajes, es decir, las acciones que llevan a cabo y las decisiones que toman, tienen un componente más ético que estético. De alguna forma era un cine menos centrado en la vivencia interna supuesta del personaje que en el reflejo de sus actos en nosotros y nuestros propios puntos de vista morales. Con la llegada del código Hays y la infantilización de los argumentos, textos e imágenes que trajo consigo, no es que se perdiera este carácter ético del cine (no digo  moralizante, porque ese es otro tema) pero desde luego quedó muy devaluado.

Entre las cosas que se fueron por el desagüe del código Hays están también ciertos argumentos y protagonismos que ya no se consideraron adecuados, por lo que esa parte de la sociedad (en este caso hablamos de una prostituta y los abusos que sufre) se borra de las pantallas o se deforma y entonces quedará desnaturalizada y ya no habrá nada que juzgar sobre ella, porque será solamente un colorido cromo hermoso… Me viene Irma la dulce a la cabeza.

En este caso no hablamos de una superproducción de grandes estrellas, desde luego, y queda manifiesto que la producción fue rápida y eficiente. Una película para cubrir gastos que Wellman sabe terminar con gran oficio y la garantizada agilidad y concisión de siempre, pero sin alardes visuales ni momentos extraordinarios. Lo interesante de esta película es, como decía, la moralidad que la habita y la circunda. Por un lado tenemos un contexto histórico y social que admite con naturalidad actitudes y sucesos que hoy en día son no solo repudiables, sino incomprensibles. Hablo del sacrificio final, por ejemplo, que a nuestra generación le parecería totalmente intempestivo y en cierta forma innecesario. Por otra parte, la protagonista es una prostituta, y no se trata de un ángel caído en desgracia ni nada de eso. Gilda es una mujer consciente y dueña de su condición, que además necesita perderse en el desenfreno de vez en cuando, y que en el fondo, lo sabemos, no está segura de poder conceder la vida digna y honrada que su novio inocentemente espera tener con ella, pues no es consciente de la vida que Gilda lleva.

Es la historia por lo tanto de una mujer que es absoluta protagonista y dueña de sus actos, que se hace responsable más allá de lo necesario de sus errores y que con toda la autonomía posible determina su propia vida y la lleva por donde quiere. Su potestad sobre sí misma solo está limitada por ese “infierno” de babosos y clientes, y por la incomprensión o inutilidad de las autoridades legales. Sin embargo esa autoridad sobre sí misma, toda esa autonomía, se dirige hacia unos fines extraños, nocivos, inconvenientes y destructivos. Hay naturalidad en su representación individual, pero también la hay en la de la convención social que la deforma y tiende a destruirla, pues resulta que para ser como se debe ser tiene que dejar de ser quien sabe que quiere ser.  

En fin, aparte de todo esto tenemos ese encanto mágico de estos años “vitaphónicos”, con el frufrú de fondo y el par de números musicales metidos con calzador que en este caso, por cierto, son bien interesantes y auténticos en contra de lo habitual. Hay que volver más a este ínfimo mundo de las películas precódigo para aprender sobre cómo somos y cómo éramos.

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4 respuestas a “A salvo en el infierno (Safe in hell, William A. Wellman, 1931)

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  1. Querido Manuel, paseando por tu precioso blog. ¡Voy a leerlo con deleite! Además me alegra ver cómo la legión de admiradores de William A. Wellman es tan grande. Yo es un director que adoro, pues no deja de darme sorpresas maravillosas. No hace mucho disfruté de lo lindo con El rastro de la pantera.
    A salvo en el infierno efectivamente es una película precode, ¡qué periodo más fascinante! Y cuánto contribuyó a ella Wellman. ¿Sabes también a qué película me recuerda? A otra de periodo precode Rain, de Lewis Milestone.
    Tomo con gusto este tren de sombras.
    ¡¡¡Nos espera un 2021 para descubrimientos de cine!!! Hasta la próxima

    Beso
    Hildy

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  2. ¡Qué honor querida Hildy!
    Encantado de que mires por aquí cuanto quieras, aún hay poco pero espero que sea provechoso para ti. Gracias por tu comentario, el primero por cierto de este acogedor antro.
    Sobre Rain tengo algo escrito en la nevera, pronto lo pondré al microondas 😉 y se verá por aquí. Me pareció una película fascinante, como me ocurre un poco con casi todo lo que veo de esta época genial.
    Un beso fuerte

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